miércoles, 11 de febrero de 2015

"Retrospectiva" por Graciela Beatriz Sovran Haro

“Retrospectiva”, la nueva novela de Alfredo Legnazzi, nos revela un autor con un estilo sencillo pero de una gran fuerza autóctona y de un profundo sentimiento.
El realismo-costumbrismo que se advierte se enriquece con visos de ternura en muchos relatos como por ejemplo en el de Día de Reyes de 1967. Se observan además buenos ejemplos de moral como en el del episodio del alumno Sánchez.
La novela, con visos de novela psicológica, es una pequeña heredera de aquel inolvidable Marcel Proust en su “Recherche du temps perdu”.
El estilo está cargado de suspenso, expectativa e interés en el desenlace de algunos relatos como en el capítulo “Cachito”. Las comparaciones son muchas veces originales (“como si fuera el Juego de la Oca”) y otras veces graciosas y risueñas (“Nubes como las que armaban los niños en la hora de plástica”).
Al desarrollo del tiempo el autor le da un gran valor, mencionando continuamente años o meses, pero el tiempo no es lineal, la progresión va y viene en forma desordenada, lo cual ameniza el estilo. El narrador es omnisciente, la persona gramatical es la tercera y el conocimiento del narrador es total.
Es interesante la ficción reflejada en el espejo lateral derecho de donde surge el pasado como una fantasía desde el espejo.
La realidad social argentina y su cosmopolitismo están bien retratados en multiplicidad de personajes de distintas razas y orígenes sanos y divertidos episodios infantiles, travesuras ingeniosas, a veces demasiado arriesgadas. Encrucijada de un hombre que, llegado a los 50 años, se formula preguntas filosóficas sobre su vida y recuerda los momentos más significativos de su infancia y su adolescencia. Concluye finalmente pensando que ha vivido bien su vida, que su familia ha sido maravillosa y que las enseñanzas morales que le ha trasmitido son realmente nobles.
Es bueno destacar la trama descriptiva que, en la descripción de ambientes o en los retratos cobra un notable vigor.
Es una novela que agudiza la sensibilidad del porteño ya mayor porque aporta recuerdos del pasado como la vieja máquina de coser Singer o el jabón Federal. Plantea también la gran diferencia de la vida en los años 60 ó 70 y la vida actual: antes los niños recurrían a su gran imaginación para jugar, empleando objetos en desuso que transformaban en objetos magníficos; hoy sólo rige la computadora y juegos que obligan al niño a estar sentado y a volverse autómata.
Una vez más Alfredo Legnazzi cautiva, ahora con una retrospectiva autobiográfica.
Graciela Beatriz Sovran Haro
Profesora de Letras




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